
Ya en la primera entrega de las aventuras del killer cockney Chev Chelios (Jason Statham, uno de los pocos tipos rudos que quedan en Hollywood), había una lógica de Super Mario Bros tóxico: el protagonista es envenenado y la única manera que tiene de zafar del patatús es que su cuerpo genere adrenalina constantemente, o sea, la sustancia que las glándulas suprarrenales secretan en situaciones de peligro. Chelios no recurre exclusivamente a flores ni hongos para sortear los obstáculos, sino a todas las sustancias tabú habidas y por haber para mantener su corazón al palo; además de participar en peleas absurdas ad hoc, tener sexo en lugares públicos y saquear hospitales a punta de pistola. Y, como si fuera poco, intenta ocultarle todo a su novia, interpretada por Amy Smart.
La película se manejaba con un costado cómico oscurísimo y se llevaba corrección política a marzo ("¡Al-Qaeda!", acusa Chelios a un taxista paquistaní que lo persigue, desatando un linchamiento). Pero eso no es nada, porque la secuela hace palidecer todo lo anterior. Conviene aclarar que el "alto voltaje" del título es literal: esta vez, al pobre Chelios le roban su corazón indestructible para ponérselo al capo de la mafia china (David Carradine, en uno de sus últimos papeles) y se lo reemplazan por uno artificial con una batería que dura 60 minutos.
Por supuesto, Chelios aprovecha todos los métodos de generación de electricidad para que su

Muchos críticos consideraron a Crank 2 una adaptación espiritual de la saga Grand Theft Auto, que popularizó la estructura no lineal a la hora de jugar y permite al jugador cumplir las misiones o sembrar el caos. La infinidad de videos subidos a YouTube parecen indicar que lo preferido es, lejos, lo segundo.
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